Roque Bárbaro es un excombatiente que participó del conflicto bélico en el Atlántico sur, y le comentó a cronica.com.ar sus vivencias ocurridas hace cuatro décadas y su vuelta al «lugar del hecho» junto a algunos compañeros.
Parte de la historia que se escribió en la guerra de las Islas Malvinas tuvo como protagonistas a los escenarios donde se produjeron los choques, también a las decisiones de uno u otro gobierno o al papel que jugaron los medios de comunicación, pero el capítulo más valioso quedó en manos de los ex combatientes, aquellos jóvenes que dieron todo por lograr el ansiado objetivo de recuperar lo «que es nuestro».
Uno de esos intérpretes es Roque Bárbaro, quien perteneció al Escuadrón de Exploración de Caballería N° 10 de La Tablada, y si bien ya había sido dado de baja en febrero de 1982, la mañana del 9 de abril recibió una carta que «le cambió la vida».
«Me tomó con una euforia total, porque volví al cuartel para encontrarme con todos mis ex compañeros con los que pasé todo un año. Nadie tenía el diario del lunes, y aunque yo quería estar ahí con mis compañeras, nadie pensó lo que iba a pasar luego. Miraba por televisión lo de la recuperación, veía cómo las tropas argentinas recuperaron sectores y cuando uno ve eso y te dicen que vas para allá y yo no lo dudé», dijo Bárbaro.
Tras salir de la Tablada rumbo a El Palomar, ahí subieron a un avión 707 que los depositó en Río Gallegos y para las primeras horas del 16 de abril, Roque y sus compañeros ya estaban en Puerto Argentino, al ser llevados por una segunda aeronave: un 773.
Desde aquel día, el escuadrón estaba ubicado en Sapper Hill, donde armaron sus carpas y esperaron órdenes, hasta el 1 de mayo cuando todo comenzó a cambiar.
«El 1 de mayo todo cambio a partir de la llegada de los ingleses con los bombardeos y ataques, nos tuvimos que ir de ese sector arriba de la montaña, que era un monte con una pendiente de 70 o 100 metros, que nos sirvió porque ese sector era todo rocoso y nos protegió de los bombardeos que sufríamos todas las noches. A pesar de los bombardeos no tuvimos ningún herido hasta ese momento y nos quedamos ahí hasta el 10 de junio sin recibir ningun tipo de órdenes. Los bombardeos nocturnos eran por información de los aviones que enviaban de día porque nos movíamos por ese sector para cuidarlo y hay fotos satelitales de los ingleses, donde se ve todo el movimiento de tropa en ese sector», sostuvo el ex combatiente.
Lo cierto, es que a partir del 10 de junio el avance británico se intensificó, y comenzó «otra guerra». «Estábamos en ese lugar y a las 22 o 23 nos convoca el capitán que está a cargo de nuestra sección a una reunión, nos dan la orden para preparar el equipo e ir a otro lado. Yo era apuntador de una ametralladora MAG, la tenía a cargo y dos compañeros eran ayudantes, uno me llevaba el cañón de repuesto y el otro los valijines de municiones. No supimos a donde íbamos hasta que bajamos de ese lugar, formamos fila y nos venían a buscar con un camión y nos llevaban, cuando en el medio de la montaña el camión se encaja porque el terreno estaba complicado, porque era todo turba y seguimos a pie que fue llegar hasta el monte Longdon», argumentó Roque.
Bárbaro agregó que «cuando llegamos había empezado un combate que libró el Regimiento 7 la compañía b, contra los del Regimiento 3 de paracaidistas ingleses, llegamos a las 0 a ese lugar y hasta donde sé al capitán le habían dicho que tenía que hacer contacto con el Regimiento 7 para ver qué posición ocupábamos, pero eso nunca se pudo cumplir porque cuando llegamos al lugar el combate estaba iniciado. Lo único que quedó por hacer es instalarse en un sector de la parte más baja del monte, porque arriba estaban combatiendo, estábamos a 200 metros abajo del monte y ahí esperamos las órdenes de lo que teníamos que hacer y mientras sufrimos el bombardeo de los ingleses».
El fogueo constante en el medio de la noche trajo malas noticias para el escuadrón donde estaba Roque, ya que «ahí tuvimos la primera baja que fue la muerte de un sargento y tuvimos 4 o 5 heridos todos de artillería con esquirlas pero ninguno de bala, porque no hubo un combate definido entonces todo lo que sufrimos fue por artillería, y el problema es que nos llevaron a un lugar que nunca habíamos visto de día o sea que no sabiamos donde estabamos. A mi me hicieron emplazar la ametralladora y la verdad que cuando lo hice no tenía la menor idea ni estaba orientado, porque veía el fuego y el combate que libró el Regimiento 7 con los ingleses, pero no tenía una posición definida».
«Cuando se hizo de día me tuve que ir del lugar porque me estaban tiroteando, me vieron y me tiraban porque las balas pegaban en las piedras y me salvé por eso. No entiendo por que nos llevaban a los lugares de noche, porque no lo hacían de día para poder armar una posición o un sector que nos proteja. En el primer lugar que estuve armé una buena posición con buen parapeto con piedras para poner la ametralladora, pero ahí no se libraron los combates, sino en otros lugares de noche y no teníamos una buena posición para protegernos», agregó.
Después de una noche intensa de combate llegó la calma en ambos lados, y por espacio de un día, las hostilidades cesaron, situación que le permitió a los ingleses cambiar soldados y a los argentinos intentar descansar y comer un poco, ya que los intensos bombardeos nocturnos les impedía de dormir y alimentarse.
Sin embargo, aquellas horas de paz transitoria llegaron a su final: «A la noche siguiente el lugar donde estábamos fue devastado de bombas, pero por suerte ya nos habíamos retirado, ellos nos habían detectado ahí y los tenían que bombardear esa zona para librarla, porque ese sector era el camino de entrada al Wireless Ridge y después al pueblo, entonces nosotros los estorbábamos. Nos fuimos por orden del capitán que había ido al pueblo y le dieron la orden que vayamos a Wireless Ridge a hacer de apoyo a la compañía a del regimiento 7, cuando nos trasladamos para allá nos pasó lo mismo que la anterior vez, y no sabíamos adónde nos teníamos que ubicar y buscaba un lugar con más altura para poner el arma. Encontré un lugar era rocoso y creo que en gran parte lo que nos salvó fue eso, porque servía para protegerte de bombardeos y tiros».
«Esperamos hasta la madrugada del 14, ahí empieza lo que se el Combate de Wireless Ridge con parte del regimiento 7 que nunca pudimos hacer contacto con ellos, ocupamos el sector oeste, estábamos divididos en 3 secciones, la primera sección de combate, la segunda y la pesada, que era un grupo de compañeros que tenían los morteros. Mientras ocupábamos ese lugar comenzaron los combates, no nos habíamos acomodado que los ingleses nos atacaron, ellos estaban avanzando y por un rato frenamos el avance, cuando ellos reciben toda la balacera nuestra dejaron de avanzar, dejamos de recibir disparos y comenzamos a recibir bombas. Nos devastaron con bombas y nos hicieron pedazos, el combate duró hasta las 6 de la mañana donde tuvimos 6 muertos, 50 heridos y estábamos diezmados, el capitán quería hacer contacto con el Regimiento 7 para que nos ayude o ver qué íbamos a hacer pero nunca se pudo hacer contacto y quedamos solos», agregó.
Tras verse superados en número de hombres y armamento, las tropas argentinas recibieron la orden de regresar al pueblo, aunque los británicos querían impedirlo, ya que según Bárbaro «empezamos a bajar y lo tenías que hacer con la cabeza pegada al suelo, porque las balas venían todas a 50 o 60 centímetros de altura, o sea veías las ráfagas porque ellos usaban mucho la trasante luminosa para dirigir el tiro Las balas las ves de noche y las municiones venían a esa altura, todo lo que hacías tenía que ser cuerpo a tierra y logramos bajar del monte y cuando lo hicimos nos juntamos para saber cómo seguir y veíamos los cuerpos de los ingleses arriba escondidos en las piedras, en los lugares que estábamos nosotros. Nos replegamos hacia lo que era el cuartel de los Royal Marines, y de ahí nos fuimos caminando al pueblo y nunca hicimos contacto con el regimiento 7, llevamos a los heridos y los dejamos en la puerta del hospital, ya había amanecido y estábamos esperando nueva orden pero ya se corría la bola que ya estaba que se iba firmar la rendición que nos quedemos todo ahí que ya estaba».
Con el final de la guerra confirmado el mediodía del 14 de junio, Roque sostuvo que «los ingleses entraron dos horas después al pueblo con la rendición firmada y nosotros estábamos con armas, venían caminando hacia adentro del pueblo y estábamos frente a frente pero fue tranquilo y con la orden de no hacer más nada. Les vimos las caras, es una sensación rara que hasta hoy no la puedo explicar, no sé si fue decepción o satisfacción, por un lado haber hecho el sacrificio y no pudimos cumplir con el objetivo, el sacrificio no sirvió de nada, de uno por haber hecho lo que estaba alcance de uno y el de mis compañeros por haber muerto allí, y por otro lado, una especie de alegría, de decir vuelvo a mi casa, me quiero ir con mi familia».
Tras la detención por parte de los británicos, Roque relató que «estuve hasta el 16 a la mañana retenido en el lugar y luego me suben al Almirante Irizar y me llevan, me fui con mis compañeros heridos. El trato fue profesional, correcto, en un momento me preguntaron si necesitábamos algo, cordial, no tengo nada que decir, uno la bronca que tiene es por lo que pasó, yo hasta el día de hoy no puedo ver a un inglés, no puedo ver una bandera, pero es por los sentimientos propios de uno».
Regreso a casa tras la guerra de Malvinas
A diferencia de otros compañeros que volvieron en los buques ingleses Northland y Canberra, Bárbaro volvió en el buque nacional Almirante Irizar con señales de congelamiento en sus pies. Tras permanecer 4 días en el hospital zonal de Comodoro Rivadavia, lo subieron a un avión de Aerolíneas Austral y regresó a El Palomar, donde sus curaciones continuaron en el Hospital militar de Campo de Mayo.
«Tenía la cabeza explotada de ver tantos compañeros mal, algunos sin piernas, otros con el ojo explotado, me quería ir. El abrazo con mi viejo fue terrible y hoy no lo tengo pero bueno, pobre viejo lo hice sufrir un montón, después te queda ese consuelo que lo nuestro fue sufrimiento puro, mientras que otros compañeros no pudieron volver, en el caso nuestro de la unidad fueron 6 y en general 632 que no volvieron, uno dice de qué me quejo si puede volver, formar mi familia, no tengo de que quejarme despues de todo lo que pase», reflexionó Rubén.
El ex combatiente agregó que «duermo tranquilo porque de mi parte y de todos mi compañeros, en el escuadrón no hubo ningún superhéroe, fuimos un equipo que funcionó y nos seguimos juntando cada dos o tres meses. Hicimos lo que teníamos que hacer, hicimos lo que nos mandaron a hacer y lo hicimos como teníamos que hacerlo, no se pudo hacer más por distintos motivos, el poderío armamentístico que tenían ellos era infernal, nosotros no teníamos con qué competirle, solo pusimos los huevos ahí pero alcanzó con eso, hicimos lo que pudimos y lamentablemente no alcanzó, pero duermo tranquilo era lo que estaba al alcance nuestro».
En tanto, hace exactamente 10 años, Roque pudo volver junto a 14 compañeros a a Islas Malvinas para vivir una experiencia que lo terminó ayudando: «Fue muy duro, difícil despues de 30 años ir ahí, que hubo un pendejo que puso lo que puso, haciendo lo que pudo para recuperar nuestras Malvinas, ahí hubo un tipo de 50 años encontrándose con uno de 18, fue una semana de emoción donde con todos nos mirábamos y nos abrazamos porque necesitábamos del apoyo. A la noche en la habitación hablábamos horas y cada uno quería contar su participación. en ese momento haces catarsis y vamos sacando todo lo que tenemos de adentro y nos sacamos la mochila de encima».
Islas Malvinas: emoción y dolor
Roque agregó: «Fui a Malvinas no sólo para ir por aquellos lugares sino por estar en el cementerio, tenía que estar porque tenía que pagar una deuda y era estar con mis compañeros que quedaron y eso es lo que más me motivó. A mi me importaba que los compañeros me vieran que los fui a visitar, eso era lo importante para mi. Estuve en esos lugares donde hice lo que pude, y el soldado de 18 se encontró con hombre de 50 de aquel momento, fue emotivo y fuerte y por otro con el acompañamiento de los muchachos fue bien llevado, volvimos en paz, contentos por poder volver y estar en el cementerio y rendir homenaje a los compañeros».
Finalmente, Roque tuvo tiempo para hablar sobre reconocimientos sobre todo por parte de la gente, al decir que «la sociedad que sabe que soy veterano me respeta, tengo buen trato, al principio no nos daban pelota, es como que nadie quería saber nada con nosotros. Hoy la gente tiene otro pensamiento, quizás porque después de tantos años se dio cuenta de lo que significa estar en una guerra y por ahí, hoy si tiene otro pensamiento con respecto a nosotros, los primeros años fueron terribles de hecho hay más suicidios que muertos en Malvinas, y son producto de cómo cada uno lo puede sobrellevar a su manera, yo tuve suerte de conseguir laburo, pareja, me casé, entonces tuve varios apoyos donde la familia fue muy importante».