Los intercambios comerciales entre localidades de fronteras en la post pandemia están poniendo en evidencia profundos cambios en comparación con lo que ocurría antes del año 2020.
El período de cierre de la frontera en la región de SALTO GRANDE, que fue de poco más de dos años, originó nuevos comportamientos en cada plaza comercial ante la ausencia del turismo vecinal.
El paso sobre la represa en particular está reconocido por ser el que concentra mayor porcentaje de tránsito vecinal en la costa del río Uruguay, además de ser una opción muy utilizada por el transporte paraguayo de y hacia Montevideo.
La profundización de las diferencias cambiarias dio paso a políticas activas del gobierno uruguayo. Medidas que alcanzan al combustible, en primer lugar (IMESI), donde se reduce el precio para disminuir las asimetrías; eximición de IVA en diversos rubros; promociones en compras con tarjetas de créditos; rebaja en el precio de servicios, etc.
Uruguay avanza a paso firme en una ley de frontera para una plena cobertura, mientras Argentina sólo se escuda en diferencias cambiarias coyunturales, dejando “a la buena de Dios” a las ciudades de su frontera.
El vecino país también trabaja en la instalación de un free shop en pleno cruce fronterizo, abriendo además posibilidades concretas para que ese formato se pueda extender al resto de la ciudad de Salto. Los negocios tax-free en el Uruguay operan en forma distinta a la Argentina: son determinados negocios que no pagan IVA e impuestos internos en un listado determinado de productos. En Rivera, por ejemplo, hay más de 30; en Artigas más de 9; en Chuy más de 20.
Medidas promovidas del otro lado del río como el “cero kilo” o, ahora, “cinco kilos”, con las que se intenta regular lo irregulable, dado que mientras esto sucede sobre el puente, por el río pasan toneladas diarias de forma ilegal, no han dado el resultado esperado.
Uruguay tiene en estudio darle impulso a “microimportaciones”; esto es, compras por parte de los comercios uruguayos en Concordia con un recargo por sellado del 3% en el cruce, de manera tal de disponer de productos argentinos en las góndolas de Salto. A simple vista, pareciera una buena noticia para las pymes concordienses, pero puede preverse que será aprovechada por las grandes superficies comerciales multinacionales y nacionales, que han concentrado la economía regional del lado argentino, de tal forma que se profundizará la brecha con el mundo pyme.
A diferencia con la multiplicidad de acciones del gobierno uruguayo, del lado argentino no existen medidas ni conciencia gubernamental del daño que hacen a la región las asimetrías. Sólo queda esperar que el cambio «favorezca» o resignarse, en caso contrario, a que las ventas se trasladen a la otra orilla sin mucho por esperar.
En este caso específico del cruce Concordia – Salto, si no se logra un nivel de integración como el conquistado en épocas en que se gestionó la construcción de la Represa de Salto Grande, en base a una mirada que apunte a la unificación, habrá que recurrir a medidas espejo para disminuir las asimetrías.
Es sumamente negativo para ambas ciudades caer en experiencias como la del cero kilo en el año 2013, medida supuestamente “temporaria”, que continuó durante varios años, incluso cuando ya no era necesaria dado que el cambio se había invertido. Recién se levantó en el 2017, cuando el Centro de Comercio, Industria y Servicios de Concordia, a través de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), llevó adelante una gestión directa con el gobierno nacional y la Embajada Argentina en el Uruguay, dado que se estaba dando la paradoja de que el argentino cruzaba por la conveniencia cambiaria a comprar en Salto y el uruguayo, si compraba algo mínimo aún más caro que en Uruguay, no podía pasarlo porque seguía vigente la medida restrictiva.
Por otro lado, las trabas burocráticas constituyen otro problema serio en el cruce de frontera, en especial porque el sistema iguala a turistas, con tiempo para sortear pacientemente los trámites, con los ciudadanos locales, quienes cruzan por cuestiones cotidianas, muchas veces en más de una oportunidad por día. Es indispensable un sistema fronterizo claro, eficaz y diferenciado y por el cual la institución viene gestionando desde hace más de 20 años sin resultados.
Estas faltas de sentido común para tener una vida económica vecinal apropiada, conspira con la integración y la legalidad, haciendo las veces de caldo de cultivo para el contrabando y la ilegalidad, o favoreciendo las instalaciones varias de formato tipo “saladitas”, que afloran en Concordia, o el “bagashopping” y las “ferias” en Salto, inundadas de productos argentinos de dudoso origen (incluso en tiempos de cierre fronterizo…). Todo lo cual va en contra de las pymes formales, que, para sobrevivir, muchas veces terminan cayendo también en la informalidad y la ilegalidad, teniendo como referencia que en Concordia a inicios del año 2022, una pyme comercial tenía un promedio de vida de un año.
Es necesario, para recrear el equilibrio fronterizo que nos permita salir de la dinámica cambiaria que favorece a un lado por sobre el otro de la frontera, medidas del gobierno argentino (como se han dictado y se siguen creando del lado uruguayo) que hagan competitiva a la economía fronteriza, con independencia de los avatares de la nacional e internacional.
Urge salir del centralismo con una visión federal y fronteriza y que el federalismo no sea sólo una frase, traduciéndose en hechos concretos. Sólo así podremos mirar al futuro en conjunto entre ambas ciudades y no “dándonos la espalda” como en la actualidad, explotando las enormes potencialidades que tiene la región binacional y que tanta falta le hace a los ciudadanos de ambos lados del charco.
Eliminar trabas burocráticas y crear reglas claras y simétricas, es el único camino a la -indispensable- integración verdadera.