Sentir ansiedad de modo ocasional es una parte normal de la vida. Sin embargo, las personas con trastornos de ansiedad con frecuencia tienen preocupaciones y miedos intensos, excesivos y persistentes sobre situaciones diarias. Con frecuencia, en los trastornos de ansiedad se dan episodios repetidos de sentimientos repentinos de ansiedad intensa y miedo o terror que alcanzan un máximo en una cuestión de minutos (ataques de pánico).
Estos sentimientos de ansiedad y pánico interfieren con las actividades diarias, son difíciles de controlar, son desproporcionados en comparación con el peligro real y pueden durar un largo tiempo. Con el propósito de prevenir estos sentimientos, puede suceder que evites ciertos lugares o situaciones. Los síntomas pueden empezar en la infancia o la adolescencia y continuar hasta la edad adulta.
Algunos ejemplos del trastorno de ansiedad son: trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de ansiedad social (fobia social), fobias específicas y trastorno de ansiedad por separación. Puedes tener más de un trastorno de ansiedad. A veces, la ansiedad surge de una enfermedad que requiere tratamiento.
Cualquiera sea el tipo de ansiedad que padezcas, un tratamiento puede ayudar.
Síntomas:
Los signos y síntomas de la ansiedad más comunes incluyen los siguientes:
– Sensación de nerviosismo, agitación o tensión
– Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe
– Aumento del ritmo cardíaco
– Respiración acelerada (hiperventilación)
– Sudoración
– Temblores
– Sensación de debilidad o cansancio
– Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual
– Tener problemas para conciliar el sueño
– Padecer problemas gastrointestinales (GI)
– Tener dificultades para controlar las preocupaciones
– Tener la necesidad de evitar las situaciones que generan ansiedad
Los tratamientos van desde la medicina holistica (prácticas de yoga, flores de Bach, acupuntura, etc) hasta fármacos.
Cuál es la mejor opción? Siempre es preferible comenzar a tratar el síntoma desde lo emocional aunque a veces los fármacos nos pueden servir de bastón transitoriamente.