La intervención del cloro es suficiente para matar todo rastro del virus en el agua. Sin embargo, resulta fundamental dejarlo actuar de manera correcta y en las proporciones indicadas para que esto ocurra.
En medio de una nueva ola de contagios de COVID-19, impulsada en gran parte por la cepa Ómicron, comenzó el verano y con él, se inauguró la temporada de piletas. En este marco, resulta importante insistir con las medidas de cuidado y aplicarlas también en el agua.
Desde el inicio de la pandemia de coronavirus hubo cuestiones en materia de desinfección que dividieron a los expertos. Mientras algunos estudios sugerían extremar las medidas de prevención, otros fueron más indulgentes con las metodologías de protección.
Estas diferencias no se presentaron en el escenario de las piletas. ¿Por qué? Simple, la intervención del cloro es suficiente para matar todo rastro del virus en el agua. Sin embargo, resulta fundamental dejarlo actuar de manera correcta y en las proporciones indicadas para que esto ocurra.
“En principio, debemos recordar que no hay evidencia científica que demuestre que el coronavirus se pueda transmitir a través del agua clorada”, señala la Dra. Romina Mauas, infectóloga de Vittal. Según detalla, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que una concentración residual de cloro libre de ±0.5 mg/I en el agua de la piscina durante un mínimo de 30 minutos de contacto a un pH menor 0.8 es suficiente para matar virus envueltos como los coronavirus. Entonces, “el peligro de contagio se relaciona más bien con la conducta que observen las personas que concurren a las piletas”, enfatiza la especialista.
Medidas de prevención
Las piletas públicas, de deportes y esparcimiento, deben funcionar exclusivamente en espacios abiertos, es decir, sin techo ni paredes laterales. Además, como en todos los casos se debe mantener la distancia social de 2 metros y no mantener conversaciones en lo posible.
La Dra. Mauas remarca que la cantidad de personas dentro de la pileta “no debe exceder los 8 m2” y advierte que deberían utilizarse por turnos para que esta densidad poblacional no sea superada. También apunta que el uso de tapabocas “es obligatorio en las instalaciones públicas, no así en la pileta propiamente dicha en la cual se recomienda el distanciamiento social de 2 metros”.
Con respecto a los vestuarios, la infectóloga explica que “deben ser desinfectados, ventilados continuamente, evitar que se junte allí gente y no permitir la utilización de las duchas”.
Finalmente, la médica afirma que en el caso de piletas públicas y clubes, los usuarios deben presentar una declaración jurada en la que conste la ausencia de signos compatibles con la enfermedad COVID-19.
En casa, limpieza y cloro
Las personas que cuentan con una pileta en el hogar también deben prestar atención a las medidas de cuidado para prevenir contagios en la familia. En este aspecto, es imprescindible la utilización frecuente de cloro. Esta sustancia se usa como desinfectante en las piscinas porque facilita la muerte del coronavirus, hongos y bacterias.
El porcentaje de cloro que debería tener una pileta es de al menos 0,5 miligramos por litro.
También es necesario lavar frecuentemente el filtro, respetando siempre las instrucciones del fabricante para no disminuir su efectividad. Este aparato es esencial en la limpieza y la purificación del agua, manteniéndola cristalina y apta para el uso.
En caso de tener una pileta inflable o de lona, es importante desinfectar el material antes de llenarla con agua y repetir el proceso cada 15 días. Para esta tarea se deben utilizar productos que no dañen la lona.