Nos nutrimos desde que planificamos que vamos a comprar, donde y cuanto. Muchas veces compramos por el atractivo paquete, por el precio o por practicidad a la hora de la cocina, desconociendo de donde proviene ese producto alimenticio o que contiene.
En ese momento, sin pensar, en nuestra alacena o heladera le damos la bienvenida a nuestra vida a los alimentos ultraprocesados, definidos por nuestros hermanos uruguayos como aquellos que “están diseñados para ser consumidos prácticamente sin ningún tipo de preparación culinaria y en cualquier lugar, sin necesidad de mesas, platos y cubiertos, mientras trabajamos, conducimos o vemos televisión.
Suelen ser iguales o muy similares en todo el mundo e invitan a ser consumidos de forma impulsiva. Las grandes empresas que los fabrican invierten muchísimo dinero en su promoción. En general, sus ingredientes son de muy bajo costo, por lo que se comercializan en envases de gran tamaño.” (Guía Alimentaria para la Población Uruguaya, 2016)
Ejemplo de ellos se puede citar: gaseosas y otros jugos frutales en tetrabrick, bebidas azucaradas, los snacks dulces y salados, las golosinas, panes industriales, salchichas, patitas de pollo, los cereales endulzados para el desayuno, los productos cárnicos reconstituidos y los platos previamente preparados, etc, etc y etc (la lista es larga).
El problema reside que este tipo de alimentos y bebidas categorizado como ultraprocesados son productos particularmente obesogénicos (tienen mayor riesgo a causar sobrepso u obesidad), en general sacian menos y son más hiperglucémicos en comparación con los productos mínimamente procesados y a menudo están concebidos para inducir a un consumo excesivo, están nutricionalmente desequilibrados: tienen un elevado contenido en azúcares libres, grasas saturadas, sodio y contienen sustancias también derivadas de alimentos, pero no usadas en la comida casera, como los aceites hidrogenados, los almidones modificados o los aislados de proteína, y aditivos como los potenciadores del color, el sabor y el aroma.
Los aditivos se emplean para imitar y aumentar las cualidades sensoriales de los alimentos naturales o para ocultar las cualidades no atractivas del producto final. En contrapartida tienen un bajo contenido en proteínas, fibra alimentaria, minerales y vitaminas, si lo comparamos con productos naturales o con un minimo procesamiento .
Ahora bien, no todo el procesamiento en sí mismo no determina que el alimento deje de ser saludable; de hecho, ciertos tipos de procesamiento son indispensables, beneficiosos o inocuos: por ejemplo la pasteurización de la leche vacuna o yogures.
Los invito a evaluar sus elecciones alimentarias diarias: ¿son los alimentos ultraprocesados la base de nuestra alimentación? ¿donde compro mis alimentos?. De a poco ir modificando nuestras elecciones alimentarias dentro de la familia para ir tomando decisiones acordes a ser consumidores responsables e informados. Como me gusta decir siempre cuando veamos en nuestro basurero “más cáscaras y menos paquetes”, tendremos la certeza que estamos en un camino más natural y más saludable.